Mercedes 300 SLR: la increíble cifra pagada por el ‘nuevo coche más caro del mundo’
Acaba de ser subastado por RM Sotheby’s y ha superado las expectativas, superando de largo la valoración de cualquier Ferrari 250 GTO.
El olimpo de coronarse como el coche más caro del mundo tiene un nuevo rey. Se trata del Mercedes 300 SLR, que ha sustituido en este podio al Ferrari 250 GTO, como este había destronó en su momento al Bugatti Royale.
El modelo de la estrella ha sido subastado este 5 de mayo por RM Sotheby’s y un multimillonario ha pagado la desorbitada cifra de 135 millones de euros. ¿Quién? No se sabe, por supuesto. Pero sin duda el comprador ha debido encontrar suficientes motivos para pagar el triple de los 45 millones de euros que se pagaron en 2018 en otra subasta de la misma casa por un Ferrari 250 GTO.
El modelo pertenece a la antigua época dorada de Mercedes, cuando la marca alemana triunfaba en la Fórmula 1 de 1954 y 1955 de la mano de Fangio y cosechaba también excelentes resultados con Hans Hermann, Karl Kling y Stirling Moss. La Mille Miglia, la Targa Florio y el Tourist Trophy eran sinónimo de victoria para la marca de la estrella por aquel entonces. Pero los planes deportivos de Mercedes cambiaron tras la tragedia de Le Mans sucedida en 1955, cuando el piloto Pierre Levegh perdió el control del coche en plena recta y acabó con la vida de 83 espectadores (ha sido la mayor tragedia del automovilismo).
El 300 SLR es el segundo de los dos únicos ejemplares construidos y se empezó a fabricar en 1955 ya tras la tragedia. Fue el accidente el que hizo que se cambiaran los planes que había para el coche, y de tener que ser un modelo de competición pasó a ser creado como el coche de calle más avanzado del mundo.
Fue obra del ingeniero Uhlenhaut y para su desarrollo se tomó como base el W196 que había ganado en F1 en 1954 y 1955, pero con modificaciones como un incremento de la cilindrada hasta los 3,0 litros y la presencia de un asiento para un hipotético copiloto.
No había pese a ello concesiones a la comodidad; para acceder al interior había primero que retirar el volante, y la palanca de cambios se desplazaba por los raíles de una tosca rejilla. Tampoco los asientos eran lo que hoy día entendemos por bacquets de competición, entre otras cosas porque carecían de cinturones de seguridad, aunque al parecer sujetaban de manera magnífica en curvas. Incluso la calefacción no era más que una trampilla que abría la separación entre motor y habitáculo, dejando que el aire caliente llegara hasta los ocupantes.
Con un motor de 8 cilindros en línea y 276 CV, llama la atención que el 300 SLR pesara solo 998 kg, y la clave está en que su carrocería fue realizada de manera íntegra con magnesio, lo que por otro lado suponía el riesgo de que se destruyera al instante en caso de incendio. Además, y para mejorar su agilidad y reducir peso en los elementos móviles, contaba con un curioso sistema de frenos de tambor delanteros que no estaban en la propia rueda, sino dentro del vano motor.
Está claro que su aspecto se parece al del conocido 300 SL ‘Alas de gaviota’, pero debemos tener en cuenta que éste tiene un precio actual de mercado que ronda los 1,5 millones de euros (puede llegar a 7 millones si es uno de los pocos ejemplares con carrocería de aluminio), cifra muy alejada de la que se ha pagado por este SLR.
En su momento este SLR fue el coche más rápido del mundo, con una velocidad máxima de 290 km/h. Uhlenhaut, el ingeniero que lo creó, era un apasionado de la velocidad y pidió que este automóvil tan exclusivo fuera su vehículo de empresa. Y lo mejor de todo es que le concedieron ese deseo, por lo que el coche era conducido con regularidad. Una vez, de hecho, se dice que llegaba tarde a una reunión y viajó de Stuttgart a Múnich (hay 230 kilómetros) en menos de una hora… Recordemos que sin cinturones de seguridad.
Otra de las particularidades es que el sonido de este coche, con tubos de escape que asoman por la aleta delantera en el lado del copiloto, es sin duda ensordecedor. Puedes escuchar cómo suena en cualquier vídeo para comprobarlo, y de hecho se dice que fue el causante de la sordera que acabó padeciendo el ingeniero alemán.
Tras ser usado por Unlenhaut, el coche se utilizó para realizar viajes por Europa con personalidades como el Duque de Kent o Lord Brabazon. Más tarde, entre 1961 y 1963, el coche fue empleado por la compañía en Estados Unidos. Y a partir de ahí pasó por varios eventos, hasta que en 1986 pasó por las manos del afamado restaurador Tony Merrick, que lo dejó como cuando salió de fábrica.
Tras ello participó en el Gran Premio Oldtimer de Nürburgring de 1986, el Salón del Automóvil de Ginebra de 1988, eventos como Goodwood o Pebble Beach, siempre bajo propiedad de Mercedes-Benz, que no sabemos si un día se arrepentirá de haberse desprendido de esta joya.
Carlos Espinosa